¿Nos hemos convertido en una Iglesia acomodada?

“La estabilidad y el confort van a debilitar el crecimiento de la iglesia…” Habíamos terminado un seminario para líderes con el equipo de la División Sudamericana, y el profesor, invitado de una de nuestras universidades norteamericanas, hizo esa objeción.

Para él, la estabilidad y el confort fueron grandes enemigos del crecimiento de la iglesia del primer mundo. Su análisis fue directo: “Cuanto más confortables son las casas, con conexión rápida a internet, aparatos de aire acondicionado y TV con múltiples opciones, más exigentes las personas se vuelven y menos involucradas en actividades externas. Ellas se concentran más en sus propios intereses, y la iglesia deja de ocupar un papel central. En su visión, los países del Hemisferio Sur todavía tienen muchas dificultades que afectan su desarrollo, pero que facilitan la predicación del evangelio.

El profesor dejó, sin embargo, una alerta: “Permanezcan atentos, pues la realidad también está cambiando rápidamente por aquí.” Fue una conversación intrigante, que me hizo pensar sobre el asunto. Realmente el perfil económico y social de algunos países sudamericanos está cambiando. Las personas son más exigentes y sofisticadas, en busca de calidad y confort. Pero necesitamos evaluar: ¿la prosperidad está acelerando el avance de la iglesia o intensificando nuestro confort? ¿Seremos víctimas naturales de ese proceso o podremos ser una excepción? Para algunos, sería más seguro si pudiéramos parar en el tiempo y huir de esa tendencia. Pero, ante la rapidez de los cambios, sólo nos queda pedir a Dios sabiduría para modernizar sin mundanalizar y mantener los principios sin perder la relevancia.

Por eso, debemos evaluar permanentemente donde estamos y cómo deberíamos estar. Los cinco grandes riesgos de una iglesia que empieza a luchar sólo por la propia estabilidad. Según él: – Una iglesia acomodada no es una iglesia en la misión. La propia naturaleza de la gran comisión nos impulsa a estar en constante movimiento y renovación. – El confort es enemigo de la obediencia. Las historias de personas fieles en la Biblia muestran que, para obedecer, hay que salir de la zona de confort. – Iglesias acomodadas no alcanzan a sus comunidades. Si una iglesia busca sólo estabilidad, no está dispuesta a hacer los cambios necesarios para impactar a la comunidad. – Iglesias acomodadas no crean nuevos grupos. No surgen nuevas actividades, proyectos ni ministerios. Es una iglesia que mira sólo hacia el propio ombligo. – Miembros de iglesias acomodadas sólo buscan sus preferencias. Su prioridad es mantener el confort, sin moverse en lo que están acostumbrados. No podemos aceptar la simple tradición o el buen confort.

Cuando Jesús necesitó alcanzar el mundo de Sus días, convocó a su pueblo para estudiar, dialogar y orar intensamente. Envió al Espíritu Santo para actuar poderosamente y, como resultado, “tembló el lugar donde estaban reunidos” (Hechos 4:31). La iglesia salió de su confort, fue al encuentro de las personas, cumplió la misión de forma poderosa y tuvo un crecimiento explosivo. La fórmula sigue siendo la misma: sólo “una iglesia que trabaja es una iglesia viva” (Elena White, Medicina e Salvação, página 332).

 

Pr. Erton Köhler (Texto publicado en marzo de 2018 en la Revista Adventista )

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