“Feliz sábado, bienvenido. ¿De dónde nos vistas?” Me preguntaron las dos damas (empleadas) que estaban en la entrada del lugar que se nos había indicado para el repaso de la lección de la Escuela sabática, en la Universidad Adventista de Sao Paulo, Brasil. Mi investigación sobre Ellen White y los afroamericanos había sido aceptada como sub-plenaria en el Simposio de la División Sudamericana de 2015. Siendo apenas un estudiante de teología, iba como representante del Seminario donde estaba estudiando.
Ese sábado me levante temprano, pese a que había tenido uno de los viajes más largos de mi vida (32 horas solo de ida), entre buses y vuelos de conexión. Fue una aventura, donde conocí a muchas personas y me reencontré con profesores de otra universidad. Todos estábamos vestidos bien elegantes. Al terminar la Escuela Sabática, fuimos conducidos para la Iglesia de la Universidad. Justo en el momento en que abandonamos el auditorio, vi a un joven muy diferente a nosotros y que nos miraba salir del auditorio desde una puerta de servicio adyacente; su rostro mostraba algo de cansancio y estaba vestido totalmente diferente. Él apoyaba su quijada sobre sus manos superpuestas en su escoba. Evidentemente era un joven estudiante, becado que trabajaba de limpieza. Él estaba esperando, vestido con su uniforme de limpieza, a que nosotros saliéramos para limpiar y ordenar el lugar que habíamos usado.
Las dos imágenes eran contradictorias y hasta chocantes. Era un evento de la División Sudamericana, los organizadores deseaban que todo estuviera en las mejores condiciones. Tanto el personal de limpieza, cocineros, seguridad y de servicio, habían sido puestos a total disposición. Recuerdo que me acerqué y saludé al joven y le dije: gracias. ¿Qué más podía decir? ¿Feliz sábado? Para él no era un día de reposo, sino de trabajo, su Universidad se lo había exigido.
La realidad en el adventismo
Caso 1: “Ya es tarde”, dijo el Departamental de Publicaciones de una Unión. Habíamos llegado temprano a las oficinas de la librería adventista, donde nos esperaban dos trabajadores. La hermana era la encargada de los pedidos y cobros, el hermano también hacia lo mismo, pero ayudaba más cargando los libros. Rápidamente subimos las cajas con libros al auto y nos fuimos a la iglesia, donde se haría una venta de libros el sabado al ocultarse el sol. Sin embargo, los empleados estaban en horario de trabajo. La hermana me comentó que tenía dos hijos, y debió dejarlos con su mamá para que llevará a los niños a la iglesia que asisten.
La predicación estuvo a cargo del pastor y departamental de publicaciones, quien obviamente hablo sobre la importancia de apoyar los libros mediante la compra. Como buen vendedor se percato de que los dos hermanos que le acompañaban en la plataforma no tenían himnarios, usándolos de ejemplo en su predicación e invitando a la iglesia a comprar himnarios para “que no estén balbuceando los himnos como estos dos que están a mi lado, porque no tienen himnario”. Y por supuesto, él había llevado himnarios para que compraran después de la puesta de sol.
Caso 2: “El peso de su comida son 400 gramos, más el jugo, por favor pase su tarjeta para pagar”. Le dice la cajera del restaurante universitario al estudiante que recién salió del culto sabático. Si ese mismo estudiante comprara en un restaurante fuera de la Universidad, habría sido amonestado y censurado.
El panorama se vuelve más interesante cuando la Iglesia demanda de los miembros obediencia absoluta al sábado, incluso si hacen el mismo trabajo que los empleados en Instituciones Adventistas. Por ejemplo, la madre soltera que es la única fuente de sustento de sus hijos, sería disciplinada por la iglesia si ella trabajara un turno en sábado, sea limpiando, cobrando en la caja, secretaria o cocinera.
Con el tiempo aprendí una realidad, el día que más trabajan los adventistas es el sábado. Las iglesias con todas sus actividades sabáticas, los programas, los diáconos, los tesoreros que cuentan los diezmos y ofrendas. Los pastores que corren de una iglesia a otra, a quienes se les da el lunes como su día libre. Si bien mucha de las actividades que menciono no son remuneradas, excepto la de los pastores y obreros, es el día que más se mueve el dinero que permite a la iglesia funcionar.
¿Qué principio usamos en estas situaciones? ¿Cómo podemos conciliar dos escenas totalmente opuestas? Los empleados adventistas que son convocados en sábado para trabajar, no tienen la opción de decirle a sus empleadores: “soy adventista y los sábados no trabajo”. Serian inmediatamente reprendidos o despedidos. Y menos cuando sus empleadores les dicen: “Usted es obrero(a)”. Esto lo aprendí, tanto como hijo de pastor, como practicante y amigo de muchos empleados adventista.
Creo que, así como la iglesia necesita sobrevivir, incluso haciendo que sus empleados esenciales trabajen en sábado. También sucede lo mismo con nuestros miembros que no consiguen otro trabajo y deben hacer turnos en sábado.
¿Poniendo cargas a otros?
Como adventistas magnificamos el camino de las privaciones y el sufrimiento en guardar el sábado (como si eso significa verdadera fidelidad), lo cierto es que también hay otras alternativas que llegan a los límites del principio. Nos guste o no, las necesidades humanas plantean desafíos legítimos e incluso para la interpretación tradicional.
En nuestras enseñanzas sobre el sábado, mantenemos ciertas posición rígidas e inflexibles sobre lo que significa “guardar” el sábado. En toda mi experiencia como adventista, me ha tocado lidiar con la tensión entre las necesidades humanas y la intransigencia en “quebrantar” el sábado a la hora de brindar una consejería pastoral. También con las largas prohibiciones normativas que regulan la conducta de un adventista en sábado. Una respuesta basada en ese único camino de la fidelidad sufriente sería: “no aceptes el trabajo, renuncia, el Señor proveerá”, etc. Una carga que incluso nuestras instituciones adventistas no son capaces de soportar.
¿Realmente la fidelidad exige sangre y sufrimiento? Los adventistas sentimos que tenemos los mejores argumentos bíblicos para apuntar al sábado como el verdadero día de reposo (Éxodo 20:8-11; 31:13-17; Levítico 23:32; Deuteronomio 5:12-15; Isaías. 56:5, 6; 58:13, 14; Ezequiel 20:12, 20; Marcos 1:32; Lucas 4:16; Hebreos 4:1-11); enfatizamos que el día domingo es un invento pagano de Constantino I. El sábado fue el día que Dios bendijo y santifico (Génesis 2:1-3).
Nos espaciamos peligrosamente en elementos de la Torá, para demostrar que el sábado es inquebrantable, y creamos normas para prohibirle a los miembros –según nuestro criterio–, conductas inapropiadas en sábado; castigamos si esas normas son “ignoradas”; pero a la vez, cuando se trata de nuestras instituciones y empleados, se les otorga licencia ilimitada para “quebrantar” el sábado. Jesús aborda la realidad de las normas religiosas y el liderazgo: “Imponen sobre la gente cargas pesadas y difíciles de llevar, pero ellos no mueven ni un dedo para levantarlas” (Mateo 23:4 RVC).
Incluso, resaltamos cuando Jesús dijo: “el Hijo del hombre es Señor incluso del sábado” (Marcos 2:28). Como un argumento fundamental para validar nuestras presuposiciones y prohibiciones acerca de lo que se puede o no hacer en sábado. Sin embargo, eso no fue todo lo que Jesús dijo; él hizo una propuesta radical sobre el significado del sábado, poniendo límites a ese día bendecido. El planteamiento se resume en una pregunta: ¿El sábado está por encima de las necesidades humanas?
La importancia del contexto
Los discípulos de Jesús estaban recogiendo espigas el día sábado. Y casualmente los fariseos estaban en el mismo campo, cuando se escandalizaron al ver lo que hacían los discípulos. Sin pensarlo dos veces, ellos saltaron sobre Jesús para reprochar esta “profanación” al día sábado (Marcos 2:23-24 cf. Mateo 12:1-2; Lucas 6:1-2). Por sorprendente que parezca, los fariseos tenían toda la razón. La Ley o Torá decía claramente: “no hagas en el [sábado] obra alguna” (Éxodo 20: 10) y “seis días trabajarás, más en el sábado descansarás; aun en la arada y en la siega, descansarás” (Éxodo 34:21); de hecho, el viernes debía hacerse provisión adicional: “Así que horneen o hiervan hoy todo lo que necesiten y guarden para mañana [sábado] lo que les sobre” (Éxodo 16:23 NTV). El castigo por quebrar el sábado en la Torá era la pena de muerte (Éxodo 31: 14-15).
Jesús no contradijo la posición legal de los fariseos, sabía que ellos tenían razón. Sin embargo, uso dos argumentos válidos para contextualizar al día sábado y limitarlo en su realidad: el ejemplo de David, quien profanó la santidad del Santuario para alimentarse y el ejemplo de lo sacerdotes levitas que profanan el sábado en su servicio en el Templo. Estas ideas están contenidas en los Evangelios sinópticos. Samuele Bacchiocchi (el paladín del sábado), comentó estos argumentos e hizo conclusiones muy interesantes.[1]
Creo que el problema de los adventistas, es nuestra obsesión por la inerrancia bíblica[2] y la falta de contextualización[3] sobre los “principios” que aparecen en las Escrituras. Deseamos valorar tanto las Escritura, que poco nos atrevemos a delimitar los temas subyacentes. Es posible extraer grandes lecciones y aplicarlas a nuestra época, pero el problema radica en querer aplicar la Torá de forma intacta a la actualidad, sin depurarla o filtrarla.
El ejemplo de David
El primer argumento usado por Jesús, proviene de una historia poco honesta. David había llegado a Nob y fue a ver al sacerdote Ajimélec. Sin embargo, David mintió al sacerdote al decirle que estaba allí por órdenes del rey Saúl (1 Samuel 21:2) y le pidió provisiones para alimentarse él y sus hombres. Esa mentira le costó la vida al sacerdote y a toda su familia, quienes no sabían que el rey Saúl estaba buscando a David y sus hombres; el sacerdote inocentemente creyó la mentira de David (1 Samuel 22:14, 15, 22).
Jesús, prosiguió diciéndole a los fariseos que David entró al Templo y saco los panes consagrados, para comer él y sus hombres. Pero en la Torá esta práctica estaba reservada solo para los sacerdotes levitas, y no era licito que David y sus hombres que iban con él, comieran de estos panes consagrados (Levítico 24:5-9; Éxodo 29:33). La lógica de Jesús era sencilla, si David y sus hombres no fueron condenados por comer pan consagrado, cuando estaban hambrientos; entonces sus discípulos tampoco debían ser condenados por quebrantar el sábado, para suplir sus necesidades.
Bacchiocchi señaló: “La acción de David es justificada no porque era rey, sino porque tanto él como sus compañeros ‘estaban en necesidad . . . y tenían hambre’ (Mc. 2:25). En otras palabras, lo que se toma en cuenta ante la ley no es la posición sino la necesidad”.[4] Sobre el hecho de categorizar las necesidades, es decir, señalar que constituye una necesidad valida y cual no, Bacchiocchi continuó diciendo:
“La Escritura no nos da ninguna escala graduada de necesidades para determinar en qué casos una acción está justificada. El principio enunciado por Cristo es el siguiente: ‘el sábado se hizo para (dia) el hombre’ (Mc. 2:27), es decir, para su bienestar físico y espiritual. Lo que significa que, en una correcta observancia del sábado, el bienestar del hombre no debe ser restringido sino garantizado. Exigir de los discípulos que reprimieran sus legítimas necesidades físicas para guardar el sábado equivalía a desvirtuar su función primordial, a saber, la de ser un día de delicias y no un día de privaciones”.[5]
El verbo griego exestin, que significa una acción o cosa licita, legal o permitida; y aparece en el ejemplo que Jesús dio de David, se asocia en los Evangelios sinópticos con puntos de la Torá como la carta de repudio (Mateo 19:3 cf. Deuteronomio 24:1-4). Pero también, incluyo las normas restrictivas que los judíos tenían sobre el sábado, como el hombre que carga sus pertenencias en sábado (Juan 5:10-11) o el reclamo por sanar en sábado (Lucas 14:3). Sin embargo, el adverbio ouk, de negación en la explicación de Jesús, significa sencillamente que no era legal lo que los discípulos hicieron en sábado; pero la legalidad queda sujeta o subordinada a una situación de necesidad.
El espíritu de la Ley
Jesús, también puso el ejemplo de los sacerdotes: “¿O no han leído en la ley que los sacerdotes en el templo profanan el sábado sin incurrir en culpa?” (Mt 12:5 cf. Nm. 28:9; Lv. 4:8). El sábado era el día que más trabajan los sacerdotes, degollar el animal para el sacrificio, limpiarlo, cortarlo y cargarlo hasta el altar. Estas actividades estaban enmarcadas en la misericordia, expresadas en la redención del pecador. Y, sin embargo, Jesús las ubico como actividades que “profanaban” el sábado.
La aparente contradicción entre el sábado y las necesidades humanas, se resuelven dentro del espíritu de la Ley. Los ejemplos que Jesús le dio a los fariseos, no tenían el objetivo de invalidar el sábado o anularlo, sino poner los límites cuando la necesidad humana entra en conflicto con las prohibiciones sabáticas. Como afirmó Bacchiocchi: “La letra de la ley no puede ser aplicada sin discernimiento, sino que debe ser interpretada de un modo adecuado para cada caso específico” y “no se trata de la autoridad de abrogar o de sustituir el mandamiento del sábado, sino de revelar la verdadera intención que Dios le había dado”.[6]
En repetidas ocasiones Jesús apelo a la necesidad de apreciar y comprender la esencia de la Ley, no tanto su letra. Para esto, empleó situaciones reales dentro de la Ley que mostraban la tensión entre el deber y la necesidad humana. Contradicciones insalvables que obligaban a los fariseos romper con sus estructuras rígidas basadas en la Ley.
Entonces, ¿qué es lo que determina el espíritu de la Ley? Jesús uso esta misma respuesta en sus diferentes interpretaciones de la Ley: “Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios” (Mt 12:7 cf. Oseas 6:6). En la mente de muchos adventistas existe la idea de un juicio final trivial, donde Dios juzgará a cada uno según la letra de Ley. Es decir, Dios dirá, “trabajaste o hiciste una actividad prohibida en sábado, estas condenado”. Pero la misericordia no se centra en condenar (Hebreos 4:16; Lucas 1:50; Romanos 15:9; Judas 1:21), sino en buscar el motivo o el porqué, llevaron a alguien a “quebrantar” el sábado. Mientras los fariseos esperaban una sentencia condenatoria, basados en la letra de Ley, Jesús resalto el motivo o por qué los discípulos recogieron espigas en sábado.
Conclusión
¿El sábado está por encima del humano? La respuesta de Jesús es un rotundo: ¡NO! “El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado” (Marcos 2:27). Las necesidades humanas no pueden ser pisoteadas, y menos cuando el espíritu o esencia del sábado no fueron diseñados para prolongar o causar sufrimiento a los humanos. La bendición del sábado tiene como objetivo darle paz y alivio. Condenar a un creyente porque sus actividades o acciones “quebrantan” el sábado, sin considerar los motivos y las necesidades que pueda afrontar, no van acorde al Evangelio. Así como aplicamos la misericordia a las necesidades financieras de la institución adventista, también podemos extenderla a nuestros hermanos.
[1] Samuele Bacchiocchi, Reposo divino para la inquietud humana: Estudio teológico sobre la actualidad del mensaje del sábado.
[2] Sobre la noción de que las Escrituras no tienen o carecen de error, conocido como inerrancia bíblica, ver Frank M. Hasel, “¿Hay errores en la Biblia?”, Revista Adventista; Marcos Paseggi, “Por qué los adventistas no son fundamentalistas”, Adventist New Network.
[3] Sobre el peligro de descontextualizar las Escrituras e intentar imponer una ética congelada en el tiempo, ver Matthew Quartey, “God is Inerrant and Infallible: The Bible is Neither”, Spectrum, 18 de abril, 2019.
[4] Bacchiocchi, Reposo divino, 25.
[5] Ibid.
[6] Ibid., 28.
Tomado de: Adventist Today Latinoamerica, sección a cargo de Daniel A. Mora. Editor