¿Estamos al pendiente de los padecimientos que afligen a nuestros semejantes?
Advierte un refrán que “del dicho al hecho hay mucho trecho”. Precisamente en esta ocasión consideraremos algo que confesamos creer pero que en la practica no siempre ocupa el lugar que profesan nuestros labios. Me refiero a la oración por los enfermos.
A menudo, cuando la ciencia agota sus recursos, el doliente sigue igual o peor. Por fin llega el momento en el que el médico baja los hombros, sacude la cabeza y, con semblante de frustación, mira a los parientes del enfermo admitiendo sin palabras, que todo auxilio humano ha fracasado.
El enfermo, que no depone su lucha, va de un lugar a otro en procura de cualquier cosa, por extraño que suene, con tal de recuperar su salud. Claro, nunca faltan los curanderos charlatanes que, con viveza, explotan esta realidad para llenar sus bolsillos, dispensando falsas esperanzas.
Ayuda Verdadera
Jesucristo fue el Gran Médico. Dedicó mas tiempo a sanar que a predicar. El Verbo de la creación conocía y conoce aún todos los misterios de la mente y del cuerpo del hombre. “Tan compasivo es el Señor con los que temen como lo es un padre con sus hijos. Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro.”
Jesús enseñó a sus discípulos a orar siempre y no desanimarse. Cuando la enfermedad llega al hogar, sobra razón para orar. Se nos dice que la oración de fe sanará al enfermo. Por lo tanto, es nuestro privilegio acudir a Dios en oración y asirnos de su misericordia sanadora. “Pondrán las manos sobre los enfermos, y estos recobrarán la salud. Tal fue la promesa que el Maestro hizo los apóstoles y todavía es vigente para nosotros.
Dios nunca desoye la oración de sus hijos. Hay incontables personas que pueden testificar del poder de la oración. Pero tendríamos aún más casos de curaciones sí, con sinceridad, buscáramos primero el reino de Dios y su justicia.
En muchos casos, nuestros hábitos malsanos nos han acarreado enfermedad. Si Dios nos sanara mientras no estamos dispuestos a renunciar a lo que a todas luces resulta nocivo para la salud (cosas como el tabaco, alcohol, drogas, etc.) sería como darnos luz verde para continuar con nuestros pecados.
Excelente recurso
La palabra de Dios también nos devela un secreto insospechado para la buena salud. Dice el apostol Santiago: “Confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz”. Si hemos cometido algún pecado de carácter intimo debemos confesarlo solamente a Cristo. Si el pecado ha sido cometido en publico, debe confesarse de igual manera. “Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad”.
En algunas ocasiones Dios actua poderosamente en beneficio de la restauración de los enfermos. Sin embargo, no siempre sana a aquellos por quienes se ora. El apostol Pablo fue agente de Dios para sanar a otros, y hasta devolvió vida a los muertos. Sin embargo, cuando el mismo Pablo se vió afligido por una enfermedad que él describió con palabras “una espina me fue clavada en el cuerpo” y oró tres veces para que el Señor se la quitara, y recibió por respuesta: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfeccionará en la debilidad”. Entonces, aquel hombre de fe respondió: “Gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo.”
Amigo lector, amiga lectora, cuando ajustamos nuestra voluntad a la del Padre Celestial, es nuestro privilegio seguir a Cristo. Su presencia estará con nosotros aquí, y su voz nos dará la bienvenida al llegar a la patria celestial, donde no habrá más lagrimas ni dolor.