Tu ayuda idónea es tu compañera de crecimiento en Cristo, es tu consejera, tu amiga, tu cómplice en este perenigraje por la tierra, es tu contraparte y complemento al mismo tiempo, dada por la providencia divina como tu socorro y apoyo; una ayuda tan tangible como su propia presencia, ella es una mujer a quien el SEÑOR dotó de cualidades necesarias para ser receptora de su gracia salvífica.
Por lo tanto siendo bendecida con la gracia de Dios, ella es quien te complementa en toda área de crecimiento espiritual y ambos crecen en su relación con el propósito de ser conformados a la imagen y semejanza del Señor, para Su gloria. El esposo que ha conocido la gracia de Dios a través de Cristo la amará como se ama así mismo, no solo porque es su prójimo, si no también porque es puesta delante de él para ese propósito (Efesios 5:28). Por lo que se espera que la ayuda idónea sea amada con mucho cuidado, delicadeza y cariño. Ella es tu vaso más frágil. (1 Pedro 3:7). Ten siempre presente que ella no es perfecta. Con sus defectos y virtudes, ella es el instrumento que Dios usa para formar tu carácter en Cristo. Muestrate agradecido al SEÑOR por este gran privilegio y misericordia (Proverbios 18:22).
Que precioso ser ayuda de alguien que ya el Señor determinó para ti en su Santa voluntad. Efesios 5:25 dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella”.
— Liseth M. Polanco