Título: Donde hay amor, Dios está ahí
Traducción y adaptación de Darío Dorsch. Basado en cuento de Leo Tolstoi
Tiempo / Personajes: 15 Minutos y 7 Personajes.
Resumen: Un zapatero escucha de noche que el Señor le va a visitar al día siguiente. Muchas personas pasan por su tienda, ¿pero cuándo llegará el visitante esperado?
PERSONAJES
NARRADOR
JUAN
VOZ
BARRENDERO
MUJER
NIÑO
VENDEDORA
NARRADOR. En un pueblo pequeño de nuestras Misiones, vivía un viejo zapatero, muy querido y honrado por sus vecinos, que lo apodaron Don Juan. Una vez, en una víspera de Navidad, don Juan estaba sentado en su pequeña zapatería y leía en la Biblia la historia del nacimiento de Jesús.
JUAN. Si mañana fuese la primera navidad y Jesús naciese aquí, yo sé lo que le regalaría. Yo le daría estos zapatitos, los mejores que hice hasta hoy.
(Juan apaga la vela, y se dispone a dormir. De repente oye una voz.) VOZ. Juan.
JUAN. ¿Qué pasa?
(Va hasta la puerta pero no ve a nadie. Intenta dormirse nuevamente.)
VOZ. Juan, Juan. Mañana pasaré por tu puerta. Si vos me ves venir y me invitas, entraré a tu casa y me quedaré con vos.
(Don Juan permaneció unos segundos espantado y se levantó en la mañana. Tomó su desayuno y comenzó a trabajar en la zapatería con los pensamientos dirigidos a lo que sucederá a lo largo del día.)
JUAN. ¿Qué fue lo que pasó anoche? ¿Fue un sueño, o realmente escuché una voz?
NARRADOR. A través de la ventana de la oficina, Don Juan observaba a todos los que pasaban por el camino. De repente, vio aproximarse al barrendero de las calles, que paró ante la ventana de su negocio y se frotaba las manos para calentarse un poco.
JUAN. Es un viejo que no tiene más fuerzas, apenas puede juntar la basura. ¡Pobre hombre! Le voy a ofrecer una taza de te, así se calienta un poco.
(Juan deja de hacer una costura, abre su ventana y le hace señas al barrendero para que entre.)
JUAN. Entre, venga a calentarse un poco y tome una taza de te bien caliente. Siéntese, aquí.
(Mientras Juan le ofrece el te, pega una miradita por la ventana esperando ver algo.)
BARRENDERO. Don Juan, ¿usted está esperando a alguien? ¿Por qué está mirando tanto para afuera?
JUAN. Para decirle la verdad, sí. Quiero decir, estoy y no estoy esperando a alguien. Anoche, cuando dormía, escuché algunas palabras. Tal vez soñé, tal vez no... Oí una voz que me decía: “Juan, Juan, mañana pasaré por tu puerta. Si vos me ves y me invitas, entraré en tu casa y me quedaré con vos”. Pero hasta me parece una tontería, y en todo momento estoy esperando a mi huésped divino.
NARRADOR. El hombre escuchó aquellas palabras y sus ojos se llenaron de lágrimas. Después se levantó agradeció por la hospitalidad y se despidió.
BARRENDERO. Muchos gracias, don Juan, por haberme invitado a entrar en su casa y haberme servido un te. Ahora me siento mucho mejor y con nuevas fuerzas.
JUAN. Vuelva siempre, será bienvenido.
(Se sentó en la ventana para continuar con su trabajo pero siempre echaba una miradita hacia fuera)
NARRADOR. Una hora después, Don Juan vio una mujer muy mal vestida, con una pequeña criatura. Ella se detuvo en la puerta de don Juan para refugiarse del viento frío que soplaba a la mañana temprano. El corazón del viejo zapatero se conmovió y rápidamente abrió su puerta.
JUAN. Señora, entre, por favor, que aquí adentro está calentito. Y de paso descanse un poco. Usted parece que está enferma, está pálida. Siéntese que le preparo algo calentito para comer y tomar. Su hijito debe tener hambre.
(La mujer comió y bebió y le contó su historia.)
MUJER. Estoy camino al hospital y espero que haya lugar para mí y para mi hijo. Soy viuda y estoy enferma y sin dinero.
JUAN. Pobre criatura. Déjeme servirle una taza de leche calentita. ¡Qué carita linda tiene! Pero... ¿Por qué no le puso zapatos con el frío que hace?
MUJER. ¡No tengo zapatos para ponerle!
JUAN. Entonces él va a tener este hermoso par de zapatitos que terminé hoy. Son los zapatitos más lindos que hice hasta ahora. Yo se los iba a poner al niñito Jesús si hoy fuese la primera navidad y Jesús hubiera nacido aquí.
MUJER. (Emocionada.) Don Juan, yo le agradezco en nombre de Jesús. Dios le pagará toda su bondad. Realmente fue Dios quien me mandó aquí y que lo llevó a mirar a usted por la ventana.
JUAN. No fue sin razón que yo miré por la ventana (Le cuenta su sueño...)
NARRADOR. Después que la mujer se retiró, Don Juan comenzó nuevamente su trabajo. Trabajaba sentado en su banquillo, y no dejaba de mirar por la ventana. Pasaba gente conocida y desconocida, pero él no notó nada especial.
(Don Juan ve una hermosa vendedora por su ventana. La mujer llevaba una canasta con tortas. Ella puso el canasto en la vereda para descansar un poco. De repente. Un niño salió de la nada, agarró unas tortas y salió corriendo. La mujer reacciona rápidamente y lo toma de un brazo y luego del otro. El niño comienza a gritar y la mujer le recrimina por las tortas robadas.
Don Juan sale corriendo de su zapatería mientras toda esta escena continúa. La mujer dice que lo llevará a la policía.)
NIÑO. (Gritando.) ¿Por qué la señora me grita así y me agarra tan fuerte? Yo no robé. (Don Juan intenta separarlos.)
JUAN. Déjelo señorita, y perdónelo, en nombre de Cristo.
VENDEDORA. Mi perdón será darle un castigo que le servirá de lección para toda su vida. Voy a llevar a este atorrante a la policía.
JUAN. (Suplicando.) Déjelo, señorita. Él no va a hacer más eso. Por favor, déjelo.
(La mujer lo suelta. El niño quiere huir, pero Juan lo retiene.)
JUAN. Usted tiene que pedirle perdón a la señorita y prometer que no robará más.
(El niño llorando pide perdón. Juan toma una de las tortas y se la da al chico.)
JUAN. Esta torta es para vos. (A la señorita.) Yo le pagaré a usted esta torta.
VENDEDORA. ¿Por qué usted protege a un muchacho que es un ladrón? Es necesario castigarlo para que se acuerde de eso, por lo menos una semana.
JUAN. Mire, señorita, desde el punto de vista humano tal vez sea justo castigarlo, pero ésta no es la voluntad del Señor. Él nos mandó perdonar a los culpables.
(La señorita toma su canasta y se va, pero el niño corre hacia ella.)
NIÑO. Señorita, deje que le ayude a llevar este canasto hasta su casa. Yo voy por el mismo camino.
NARRADOR. La mujer se conmovió y ambos se pusieron a caminar. El zapatero se quedó mirando a los dos cómo se iban conversando. Juan retornó a su lugar de trabajo y seguía mirando por la ventana hasta la nochecita. Muchas personas pasaron por el camino, y muchos necesitados recibieron su hospitalidad. Con todo esto, el esperado huésped divino no apareció. Y comenzó a anochecer...
JUAN. Y bien, el día está llegando a su fin. Nada especial sucedió. Ahora necesito preparar la zapatería para mañana (se saca el delantal, guardas las herramientas y barre un poco el piso).
Estoy teniendo un poco de hambre (Se prepara algo para comer, saca la Biblia. Abre y comienza a leer. Piensa un poco y recuerda la visión que tuvo la noche anterior.)
VOZ. Mañana pasaré por tu puerta. Si vos me invitas, entraré en tu casa y me quedaré con vos.
NARRADOR. Don Juan tuvo la impresión de notar un movimiento detrás de él. Como si alguien viniese en su dirección. Miró a su alrededor, y vio en una esquina sombras que parecían figuras... Figuras de personas de pié (el barredor, la señora con su hijo, la vendedora y el niño.)
VOZ. Don Juan, Don Juan, ¿usted me conoce?
JUAN. ¿Quién es usted?
VOZ. Yo mismo, heme aquí, soy yo.
(Aparece el barredor sonriendo y desaparece, Pausa, música clásica de fondo.)
VOZ. Heme aquí, soy yo. (Aparece la señora con su hijo y ambos sonríen y desaparecen, música de fondo.)
VOZ. Heme aquí, soy yo. (Aparece la vendedora y el niño quien tiene una tortita en la mano. Ambos sonríen y desaparecen. Música de fondo.)
NARRADOR. Don Juan sintió una gran alegría. Se puso sus anteojos y comenzó a leer la Biblia en el Evangelio de Mateo 25:41-42 donde el Señor Jesús dice:
JUAN. “Yo estaba con hambre y ustedes me dieron de comer, yo estaba con sed y ustedes me dieron de beber agua, yo no tenía lugar y ustedes me recibieron en sus casas, yo estaba desnudo y ustedes me vistieron, yo estaba enfermo y ustedes me cuidaron, yo estaba apreso y me fueron a ver”.
NARRADOR. Leyendo este texto don Juan tenía la certeza de que el sueño no era un engaño, el Señor realmente había estado en su casa y él le había dado un lugar donde quedarse.