ESCENARIO:
Dos sillas (una de ellas es un balancín), un plato de galletas, una pequeña mesa con un espejo, maquillaje, un par de sombreros y dos tazas de café.
PERSONAJES
Emilia (anciana)
Nuria (hija)
EMILIA. Oh, Dios mío, espero estar lista antes de que llegue. Así –un toque perfecto- quiero tener las mejillas bien sonrosadas- unas mejillas con color se miran mucho mejor. Creo que me pondré el sombrero verde, no, el rojo me queda mucho mejor... aunque quizá el verde.... para mi edad no estoy nada mal, ¿eh? Espero que a Nuria le guste este vestido y ojalá traiga galletas. Las galletas que hace están buenísimas, mucho más que esas que me traen de la tienda. Y quizá traiga esa crema tan buena para el café en lugar de la horrorosa leche descremada que tomo. Bueno, parece que todo está preparado. No puedo esperar a verla.
(Nuria entra con un plato de galletas. Abraza a Emilia y la besa en la mejilla.)
NURIA. ¡Hola, mamá!
EMILIA. Nuria, ya estás aquí... ¡Cuánto me alegro de verte! Sabía que vendrías hoy... tenía tantas ganas de verte. Me he puesto este vestido especialmente para ti.
NURIA. Te ves muy bien, mamá. ¿Cómo te encuentras?
EMILIA. Bueno, tengo unos achaques por aquí y por allá pero nada grave. En general me encuentro bien, y más aún desde que has venido a verme. Y poco más que contar, ¿cómo estás tú?
NURIA. Oh, mamá, he estado muy ocupada, no he parado… Creo que me tendría que multiplicar por tres. El sermón del pastor del otro día se centró en las prioridades que tenemos en la vida y me hizo pensar en lo ocupada que estoy y en el poco que me cunde. Necesito parar un poco y reflexionar en lo que verdaderamente es importante en esta vida.
EMILIA. Creo que todos tenemos que hacer un autoexamen de nuestras vidas de vez en cuando. Y, ¿qué es eso que llevas en ese plato? ¡Oh, galletas! Tenía tantas ganas de verte como de probar tus galletas.
NURIA. ¿Te acuerdas cuando me enseñaste a hacer estas galletas? ¡Qué nombre tan tonto! Garaballetas...
EMILIA. Había masa de garaballetas en todas partes. Cuando hacíamos galletas pensaba que nunca íbamos a terminar de limpiar la cocina.
(Se ríen las dos.)
NURIA. Tú siempre fuiste muy paciente con nosotros. No sé cómo lo hacías...
EMILIA. Es fácil ser paciente con alguien que quieres. A veces me gustaría volver a esos tiempos otra vez. Cuando erais niños, erais una joya, un verdadero tesoro. Me manteníais joven, de veras. Ahora me siento aquí y recuerdo aquellos años. Creo que los recuerdos más gratos que tengo son de cuando íbamos al zoo. ¡Qué bien que nos lo pasábamos! Regresábamos a casa y vosotros estabais completamente sucios y con restos de dulce de algodón de la cabeza a los pies. ¿Te acuerdas de aquella vez que tu hermano se cayó del árbol y pensábamos que se había muerto? ¡Bendito sea el Señor! ¡Qué susto nos dio! ¿Y esa vez que en tercero tuviste un campeonato de natación? Estabas tan orgullosa. Aún me acuerdo de las tres niñitas que competisteis. Y qué elementa estabas hecha... mira que cambiar tu nombre por el de Susi en segundo grado. Menos mal que te entró el conocimiento y te lo volviste a cambiar al de Nuria en tercer curso. Podría pasarme todo el día recordando historias de cuando erais pequeños... cuando una se pone a contar estas historias parece que afloran otros pequeños detalles que creía olvidados.
NURIA. Sí, mamá, esos son recuerdos maravillosos, pero lo más importante que hicimos juntos fue asistir a la iglesia. Sin la fuerza que Jesús me da cada día, tendría una vida muy dura. No puedo imaginar lo que sería de mí si Jesús no fuese mi salvador.
EMILIA. Vas a pensar que estoy loca, pero a veces cuando me siento aquí balanceándome, me siento como si estuviera en los brazos del salvador, como si fuera un pequeño bebé. Y pensar que algunas personas consideran la iglesia algo pesado. No saben lo que se están perdiendo.
NURIA. Mamá, he pasado un rato estupendo contigo pero me tengo que marchar. Cuídate mucho. (Pausa.) Por cierto, ¿cómo sabías que iba a venir hoy aquí?
EMILIA. ¿Cómo? Nuria, cariño, ¿no te lo imaginas? ¡Te espero todos los días!
Por: Judy Sadler