El ministerio adventista Los Milagros Existen, fundada por jóvenes adventistas en Chile, salió a las calles el 1 de octubre, para desarrollar diversas actividades de impacto social para fortalecer la espiritualidad de los transeúntes. A continuación, lea una crónica en relación a lo que sucedió.
Era un día espectacular. Los cielos despejados, el sol radiante y la brisa fresca que no llegaba a ser fría, crearon el escenario perfecto para un sábado diferente por las calles de la capital Santiaguina (Chile). La emoción era latente en los cientos de jóvenes que ya estaban preparados. Vestían sus reconocibles camisas color corazón que los identifican como parte del movimiento de jóvenes adventistas Los Milagros Existen.
Reunidos en el templo de la iglesia central de Santiago, oraron fervientemente a Dios, escucharon palabras que dieron sentido a los 11.000 ejemplares del libro “Esperanza Viva” que estaba a punto de ser distribuido por la partes céntricas de la ciudad. El grito del director de jóvenes de toda la ciudad de Santiago estremeció el recinto, “Los milagros existen…” -se escuchó- “porque Dios existe”, respondieron todos al unísono como si se tratara de un grito de batalla. Los cientos de jóvenes salieron y se esparcieron por distintos puntos de las principales calles de la ciudad.
Cuando la luz del semáforo cambiaba a rojo, un grupo considerable de jóvenes se abalanzaba sobre los autos. ¡No! No era un acto de vandalismo. Era agua, espuma, jabón y un limpiaparabrisas, delante de sonrientes y amigables chicos y chicas que ofrecían limpieza gratis para los vidrios del auto. Al aceptar, los conductores además del servicio, recibían un ejemplar del libro Esperanza Viva y diferentes tarjetas con mensajes cristianos positivos preparados para la ocasión. Muchos aceptaban gustosos, otros rechazaban y veían con una sonrisa lo que pasaba a su alrededor. Los transeúntes se detenían con curiosidad a ver qué estaba sucediendo. Los chicos tan rápido como podían limpiaban auto tras auto, entregando de diferentes formas un solo mensaje: los milagros ocurren cuando menos esperas.
A poca distancia se podía encontrar otro grupo de jóvenes con una peculiar oferta. Abrazos gratis decía el cartel que de pronto los peatones veían al ser interceptados por los jóvenes de rojo. ¿Qué debe hacer uno? ¿Sonreír? ¿Sorprenderse y aceptar? ¿Asustarse y huir? Algo raro sucedía. Esto no se ve todos los días en una ciudad cada vez más secular, donde cada quien vive su mundo. ¿Un abrazo gratis? ¿Por qué no? Decían muchos, dispuestos a disfrutar de una pequeña muestra de amor, que quería transmitir el interés que tiene Dios por todos los habitantes de la tierra. Nadie se iba sin regalo: un abrazo, una sonrisa, un libro de esperanza, un mensaje… Una duda ¿quienes son?
Nuevamente al recorrer las calles de Santiago se podía encontrar otro semáforo intervenido por un “enjambre” de jóvenes listos para impactar. Una línea de chicos sostenían las letras que conformaban el mensaje: Jesús murió por ti. En otro cartel se leía Dios te ama. De pronto un joven gritaba: Jesús-con suficiente fuerza para ser escuchado por las primeras líneas de autos- viene pronto -respondían en un solo grito el resto de jóvenes, para ser concluido nuevamente por la primera voz con la invitación de prepárate. A pocos segundos de que el semáforo diera paso nuevamente al tránsito, los jóvenes corrían emocionados desarmando los mensajes presentados, pero dejándolos impresos en la mente de todos los que se detenían en aquel lugar. Así avanzó la tarde. Una vez tras otra los centenares de jóvenes transmitían el mensaje de esperanza, de amor, de perdón, de que hay un Dios dispuesto a realizar el milagro de la salvación en la vida de todos.
Aquellos que decidieron viajar esa tarde en tren también se llevaron una sorpresa. En diferentes salidas de las estaciones del metro se encontraban jóvenes que ovacionaban a quienes aceptaban atravesar el “túnel humano”. El vitoreo de los participantes era tal que era imposible no sonreír. Todo aquel que pasaba en medio de ellos terminaba su recorrido con una sonrisa de “oreja a oreja”, que les decía a los chicos que habían cumplido el objetivo de regalarles un momento de felicidad. ¿Una felicidad pasajera? Todos los presentes anhelaban que no. Nadie pasaba por aquel túnel de la alegría sin llevarse la Esperanza Viva (título de libro), que de ser leído y aceptado podría llevarles a una felicidad que bien podría convertirse en eterna.
Las actividades del día casi concluían. Todos debían congregarse en la principal plaza de Santiago conocida como la Plaza de armas. Poco a poco fueron llegando quienes estaban participando en diferentes puntos. Se empezaron a formar grupos de 10 personas donde se invitaba a quienes pasaran por el lugar a unirse también a ellos. Oraban por sus preocupaciones, por sus pedidos, por sus ansiedades. Les compartían la verdad de que hay un Dios en el cielo que está dispuesto a escuchar y dar paz al más dolido y desesperanzado corazón. Todos se llevaban las vistosas tarjetas que contenían, además de un mensaje de ánimo, un número de Whatsapp que posteriormente sería receptor de mensajes de personas con verdadera necesidad de intercesión.
De pronto, el pastor, director de jóvenes, caracterizado por su ánimo juvenil y deseo ferviente de trabajar por la juventud, empezó a invitar a todos los participantes hacia una sección de la plaza donde normalmente se presentan números artísticos. La masa de jóvenes con poleras rojas era realmente algo llamativo para cualquiera que pasara por aquel lugar. Melodías empezaron a sonar y poco a poco todos se sumaban, creando un coro de centenares de voces que alaban a Dios en medio de uno de los lugares públicos más característicos de la capital chilena.
Se escuchaba ahora la voz del pastor. Hablaba sobre el gran Dios en el que creemos, quien puede sorprendernos, que tiene el poder para hacer milagros, quien tiene promesas maravillosas las cuales puede hacer realidad en nuestras vidas cuando menos se espera. De pronto, un camión llegó y se estacionó frente a todos. Sobre éste había una piscina con la silueta que identifica a Los milagros existen. Había agua, un pastor y un joven deseando entregar su vida a Dios. ¿Qué impedía que se bautizara, aún en pleno centro de la capital del país? Dani entró en el agua y fue bautizado, emergió con una sonrisa y denotando emoción en su rostro al demostrar públicamente el pacto que estaba realizando con Dios.
Una nube de globos rojos empezó a ascender por el cielo. Los cientos de jóvenes aplaudieron y gritaron de alegría tanto por ver el inusual bautismo, como por los globos en forma de corazón que se elevaban al cielo, recordando que un día no muy lejano, subiremos como esos globos al ser llevados por Jesús. Mientras él regrese nos demostrará una y otra vez que es así; que en cualquier momento los milagros pueden ocurrir, pues los milagros existen, por que Dios existe.