Treinta conquistadores y sus amigos adultos se apiñaron en dos camiones alquilados para un viaje durante la tarde del sábado en la capital de Timor Oriental, Dili.
Los conquistadores tenían un objetivo serio. Querían visitar a tres niñas cuyos padres les habían prohibido asistir a la iglesia los sábados.
Una hora después, los conquistadores llegaron a la aldea de Remexiu, donde vivían las niñas. Los conquistadores marcharon e hicieron varios ejercicios. Repartieron panfletos que hablaban de Jesús a los aldeanos. Encontraron a las tres niñas y oraron con ellas.
El último en orar fue el pastor Inaciu de Kosta, quien organizó el viaje.
“Por favor, Señor, bendice a estas niñas y ayúdalas a que siempre sean fieles a ti”, dijo.
Las niñas estaban felices de ver a sus amigos, los conquistadores. Ellas eran parte del Club, y se habían bautizado mientras estudiaban en Dili. Pero cuando volvieron a su hogar, sus padres se enfurecieron por su decisión de seguir a Jesús y les dijeron que no podían adorar en sábado.
Pronto comenzó a atardecer, y el pastor Inaciu llamó a los camiones para volver con los conquistadores a Dili. El grupo esperó y esperó, pero los camiones no llegaron.
“¿Dónde están los camiones?” preguntó el pastor Inaciu al joven responsable por el transporte.
“El dueño no quiere llevarlos a Dili”, respondió el hombre.
“¿Por qué no? Necesitamos llevar a los conquistadores a Dili. Sus padres los están esperando”.
El pastor se enteró que el dueño de los camiones tenía miedo de llevar a los conquistadores a Dili porque varios padres se habían enojado por la visita de los conquistadores a la aldea y habían amenazado al dueño de los camiones con golpearlo. Por eso, no quería ayudar.
El pastor Inaciu reunió a los conquistadores.
“Oremos y volvamos caminando. Nos llevará unas siete horas”, dijo.
Mientras hablaba, un grupo de aldeanos enojados, llevando palos se acercaron a los conquistadores. Al escuchar que planeaban caminar hasta Dili, uno de los aldeanos expresó: “No. No pueden irse”.
Otro de los aldeanos apuntó su palo al pastor Inaciu. “Que su líder venga y se reúna con nosotros”, dijo.
El pastor Inaciu contó que él estaba listo para reunirse con los aldeanos. Pero señaló a los conquistadores y preguntó: “Si voy, ¿quién va a ser responsable por mis 30 personas? Si algo les sucede, ¿quién se hará responsable?”.
Los aldeanos insistieron con gran determinación que fuera con ellos.
“Esperen aquí. Necesito ir con estas personas”, dijo el pastor Inaciu a los conquistadores.
Mientras se iba, los conquistadores se sentaron en el medio de la calle. Abrazándose, cerraron sus ojos reverentemente para orar.
Mientras tomaban turnos para orar, escucharon una muchedumbre de personas que se dirigían hacia ellos. Las voces se escuchaban enojadas y amenazantes, pero los conquistadores mantuvieron sus ojos cerrados y siguieron orando. De pronto, el tono de las voces cambió de ira a espanto. El sonido de las pisadas indicaba que la muchedumbre se alejaba corriendo.
Un poco después, el pastor Inaciu volvió con el grupo de conquistadores con comida y dos camiones. Los aldeanos habían preparado mucha comida para los hambrientos conquistadores y habían alquilado dos camiones por su propia cuenta para mandarlos a casa.
Más tarde el pastor Inaciu se enteró qué había cambiado los corazones de los aldeanos.
La muchedumbre de aldeanos había planeado golpear brutalmente a los conquistadores, e incluso matarlos mientras estaban sentados en la calle. Pero cuando los aldeanos se acercaron a los niños que oraban con palos en sus manos, de pronto vieron un grupo de hombres fuertes en largas túnicas blancas parados alrededor de los conquistadores. La aparición inesperada de los poderosos protectores conmocionó a los aldeanos.
“Teníamos miedo. Vimos personas con túnicas blancas protegiendo a los conquistadores, y tuvimos miedo y nos alejamos corriendo”, uno de los aldeanos le dijo después al pastor.
La fe de los conquistadores, incluyendo a las tres niñas de la aldea, creció y se fortaleció luego de ese día en el 2009. Muchos de los conquistadores son ahora líderes de la iglesia de Timor Oriental.
“Los jóvenes fueron más fieles por lo que Dios hizo”, agregó el pastor Inaciu, quien ahora se desempeña como secretario ejecutivo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Timor Oriental. “Dios los protegió con ángeles mientras ellos oraban”.
Fuente: Por Andrew McChesney, adventistmission.org
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