En la noche del 4 de agosto, una explosión masiva iniciada en el puerto de Beirut, en el Líbano, ocasionó una onda expansiva que alcanzó a toda la capital y ciudades adyacentes y se extendió hasta la ciudad de Bekaa. La explosión pudo escucharse hasta la isla de Chipre, a 240 km de distancia. De acuerdo con el Observatorio Sismológico de Jordania, la explosión fue equivalente a un terremoto de magnitud 4,5 en la escala de Richter.
La explosión destruyó el puerto de la ciudad y las estructuras circundantes. Muchos edificios se desmoronaron o están en riesgo de desmoronarse. Las calles quedaron bloqueadas debido a los destrozos o grietas que se abrieron en el suelo. Hubo también destrucción en masa de vehículos. Los pedazos de vidrio esparcidos por la presión hirieron a miles de personas.
Incluso diez días después de la explosión, los habitantes aún tienen dificultad para describir lo que vivieron aquella noche. Hasta el momento, las autoridades han contabilizado 160 fallecidos, 60 desaparecidos, 5 mil heridos, más de 300 mil desamparados y aproximadamente 3 mil millones de dólares en daños en una ciudad que ya estaba golpeada por una crisis económica y por los impactos de la pandemia del nuevo coronavirus. Especialistas afirman que también puede haber una crisis alimentaria en el país.
Respuesta inmediata
El equipo de la Agencia Adventista de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA), con presencia en 130 países alrededor del mundo, también sufrió los efectos de la explosión en sus oficinas en Beirut. Sin embargo, al percibir la gravedad de la situación, y al confirmar que todos los miembros del equipo y sus familiares estaban ilesos, los trabajadores de la agencia se movilizaron rápidamente para responder a la emergencia.
Durante las primeras horas después del acontecimiento, el equipo distribuyó suministros esenciales a los bomberos y empleados de Defensa Civil, así como a los sobrevivientes de la explosión: agua, ropa de cama y lugares seguros para descansar. Otro grupo de trabajadores recorrió por lo menos cinco barrios, incluyendo escuelas, alrededor de la zona de explosión, para evaluar el nivel de impacto y comenzar a implementar el apoyo humanitario con agua y alimentos para las víctimas y los equipos de rescate.
“Nuestro equipo de respuesta afirma que nunca vio nada parecido. Las imágenes actuales parecen de una zona de guerra. Las personas necesitan carpas, generadores, ya que la electricidad está cortada en la mayor parte de la ciudad. Sabemos que hay devastación en varios barrios cercanos al epicentro. Nuestros equipos están evaluando rápidamente la situación para proporcionar inmediata ayuda a los niños y familias”, señala Gunther Wallauer, director de ADRA para Medio Oriente y el Norte de África.
En la actualidad, la agencia está en contacto con empleados de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y otros socios humanitarios en el área para desarrollar una respuesta conjunta que atienda las necesidades de las poblaciones afectadas. También explora oportunidades con la Agencia de la ONU para Refugiados (ACNUR) para ayudar a las familias desplazadas con refugios de emergencia y asistencia de protección.
Fuente: División Sudamericana