Una pregunta interesante en el campo de la inmunología es la siguiente: mientras el sistema inmunológico puede reconocer bacterias y virus diminutos con bastante eficiencia, ¿Cómo es posible que no pueda reconocer un tumor del tamaño de una naranja?
Antes de contestar la pregunta debemos detenernos un poco para explicar la relación que existe entre el sistema inmunológico y los tumores.
Las células del sistema inmunológico (diseñado para defender el cuerpo) tienen la tarea de reconocer lo propio de lo extraño para después. Atacarlo. Para eso existen células especializadas en esta tarea, las células dendríticas, las cuales se dedican a “pedir” a todas las células del organismo su tarjeta de identificación, es decir, las células dendríticas circulan por todo el cuerpo comiéndose a una que otra célula, la digieren y presentan sus proteínas (de célula digerida) a los linfocitos T (las células encargadas de hacer limpieza). Con esta información, los linfocitos T van y buscan todo lo que sea propio o extraño, y las células que no pueden demostrar su identidad son obligadas a “suicidarse” por los linfocitos T (proceso llamado apoptosis). Por ejemplo, células que infectadas por virus, contienen proteínas virales que serán reconocidas como extrañas.
El problema de los tumores
En el caso de un tumor la cosa se pone peor, porque si bien es cierto que el tumor es malo, también es cierto que es un conjunto de células propias. Antes de continuar será mejor explicar brevemente que es un tumor. Las células del organismo tienen controles rigurosos de cuándo crecer y cuándo no; cuando una célula pierde estos controles y prolifera sin parar es el momento en que se produce el tumor. Las causas de esta proliferación descontrolada son las mutaciones, que pueden brotar en proteínas que se encargan de promover la proliferación (aumentan su actividad o su cantidad), en proteínas que se encargan de frenar la proliferación (disminuyen su actividad o su cantidad hasta incluso desaparecer la proteína), o en proteínas que se encargan de reparar los errores que pueda tener el ADN (disminuyen su actividad o su cantidad). Es necesario mencionar que el cáncer es producto de muchas mutaciones y no de una sola.
Ahora ya sabes dos cosas, cómo el organismo reconoce lo propio de lo extraño y cómo se desarrolla el cáncer. Pasemos al punto clave de la discusión, ¿Cómo hace el organismo para detectar a los tumores “cuando es posible?
Como mencionamos, las células tumorales son propias y no ajenas al cuerpo, igual que sus proteínas, ¡pero esto no es del todo cierto! Recuerda también que las proteínas de las células tumorales sufren “mutaciones”, lo cual provoca cambios importantes en la estructura de la proteína; por lo tanto, las proteínas de estas células pueden ser reconocidas como extrañas por los linfocitos T, y cuando esto sucede el linfocito T da el “beso de la muerte” a la célula tumoral. ¿A qué se refiere esto?
El problema es la cuestión
Cuando el linfocito T reconoce una célula extraña, produce una proteína de membrana, la cual al unirse a la proteína complementaria en cualquier célula, en este caso la misma, desencadena una reacción dentro de la misma que la lleva a la muerte, y como dijimos antes, la obliga a suicidarse. Pero, las células tumorales son muy astutas, y de aquí en adelante presentaremos las formas en que estas células evaden la respuesta inmunológica de los linfocitos T.
Primero, el mecanismo por el cual una célula presenta su identificación al linfocito T es mediante unas proteínas llamadas CMH, sin estas, el linfocito T no se puede activar para matar a la célula. Lo que hace la célula tumoral es dejar de producir esta proteína CMH, de esta manera evade al sistema inmunológico.
Segundo, las células tumorales pueden dejar de producir estas “proteínas mutantes” debido a que la célula tumoral es muy inestable genéticamente, y se puede dar el lujo de dejar de producir una proteína su no es estrictamente necesaria para la supervivencia. Así es como evade al sistema inmunológico.
Tercero, si los linfocitos T tienen “armas”, las células tumorales también pueden tenerlas. Cuando un linfocito T llega a la célula tumoral, puede secretar moléculas que debilitan a las células del sistema inmunológico incluyendo a los linfocitos T y esta manera de evadir de nueva cuenta la respuesta inmunológica, pero incluso las células tumorales pueden llegar a tener la misma arma de los linfocitos T, “el beso de la muerte”. Quien primero besa, sobrevive.
Cuarto, otro de los problemas en el reconocimiento de las células tumorales es que los linfocitos T tienen que encontrar una o dos proteínas mutadas entre un conjunto de miles de proteínas no mutadas, lo cual es como buscar una aguja en un pajar.
En definitiva, la lucha que se da entre las células tumorales y las células del sistema inmune es muy compleja. Por esta razón es un importante objeto de investigación; la biomédica intenta producir vacunas que ayuden a los linfocitos T a reconocer mejor a las células tumorales.
Es muy importante recordar que el cáncer es una enfermedad que puede generarse por causa de hábitos perjudiciales como una mala alimentación, exposición excesiva al sol y la promiscuidad sexual (dado el grave problema del virus del papiloma humano, que puede producir cáncer cervicouterino).
Los cristianos debemos recordar que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y hay que cuidarlo, porque es nuestro. De esta manera estaremos mejor protegidos contra este mal.