Desde que cumplí 15 años, le he estado preguntando al Señor el propósito para mi vida. Como cada meta de año, lo pongo en mi lista, pero al final, no logro descubrirlo.
Por supuesto que la ansiedad me corroe, pero lo pongo en oración para que Dios haga descansar mi alma y que Él sea mi guía, pues siempre le pido que no me deje sin respuesta a mi petición.
Por ese motivo, me gusta la historia de José, porque era soñador, aunque eso se truncó y, al pasar de los años, parecía que su destino era el de ser un esclavo.
Al cerrar el bachiller, era momento de decidir la carrera universitaria, lo cual me ponía ansioso porque es una de las tres decisiones más importantes del humano. El primer obstáculo para ingresar a la universidad era el asunto económico que, por su causa, no logré ingresar a una universidad.
Entré en depresión pues le dije al Señor que no me quería quedar ahí, quería ser un profesional y he aquí mi frustración: Yo había estado poniendo en fondo de inversión, desde mis 16 años, una beca que me permitiera continuar mis estudios superiores, pero no llegó cuando yo quería.
Me enojé con el Señor, porque había invertido dinero en nada y pensaba que eso era una falsedad, que esas historias que contaban en la Escuela Sabática eran fantasías o sólo para algunos.
Al final, en el 2019 ingresé a estudiar ciencia política, en mi país. Sabiendo lo duro que será representar a Dios en lo social, me aventuré. Fue duro para mí y mi familia, las condiciones económicas fueron difíciles, pero yo seguía orando para que Dios me diera eso que pedí por muchos años.
Las frustraciones continuaban, ya que, en tres postulaciones a beca nacional, fracasé. Todo parecía terminar y que mi historia estaba condenada a no superarse. Le preguntaba al Señor: dicen que tienes mejores planes para uno, cuando algo no sale como uno espera, pero, ¿cuál será, si las becas que me han rechazado, han sido buenas?
Fue en agosto que intenté una vez más postularme a una beca, pero esta vez europea, con pocos ánimos lo intenté, pero siempre con oración de mi familia y yo. Fue tardío el proceso, 6 meses aproximadamente. Nuestras oraciones se intensificaron día y noche y la fe nunca faltó. Nunca olvidaré las lágrimas que derramé al ver el milagro: obtener una beca extranjera que me permitiera seguir mis estudios, hasta que los finalicé, sin ningún problema; sin duda, Dios tiene lo mejor, que en la dificultad uno no ve.
Hoy, con 22 años, no puedo decir que sé mi propósito, sigo descubriéndolo. Dios siempre sorprende a sus hijos, sólo es de esperar, trabajar y confiar. Así como a José, prisionero, rogaba que Dios hiciera algo más por él, pasó tiempo para que el coopero se acordara de él y se lo mencionara al Faraón.
Dios hace lo mismo en nuestros días, cada oración, cada acto, no lo olvida, es una suma de la escalera que Dios tiene para cada uno de sus hijos e hijas.
No te detengas en tus sueños, búscalos, no te quedes lamentando tus condiciones, clama, clama y clama; Dios ya tiene la respuesta en camino, “y si tardara, espéralo…”
José Luc, nos escribe desde el país de Guatemala para Tu Espacio Joven