Durante mi estancia en la preparatoria, fue una de las experiencias más bonitas y gratas de mi vida. Y la emoción de esperar la graduación, y subir un escalón más para mi preparación profesional, era uno de los retos más grandes. Por ello, esperaba con ansias ese momento.
Sin embargo, cuando fue anunciada la fecha tan esperada, quedé atónita, era en día sábado. He sido Adventista del Séptimo Día desde mi niñez, y sé que ese día le pertenece a mi Dios, el Dios que proveyó que llegará hasta ese momento. Fue por eso, que le comente al subdirector de la escuela sobre mis creencias y que no tendría participación ese día. Él un poco molesto, me dijo que era necesaria mi asistencia, ya que recibiría un reconocimiento por mi desempeño. No obstante, insté en no asistir a mi graduación y salí de su oficina.
Cuando llegué a mi casa, le comenté a mi madre lo sucedido, ella me dijo que orara mucho, que Dios podría cambiar las cosas a mi favor, y eso hice, todos los días oraba con la esperanza que algo ocurriese.
Mientras se acercaban los días para la graduación, mis compañeros empezaron a emocionarse, comentaban sobre la ropa a lucir ese día, el mejor peinado, los mejores zapatos, el color de la toga y un sin fin de cosas. Ellos insistieron en que fuera, que posteriormente me incorporará a las actividades de la iglesia en la tarde, pero mi corazón y mi mente sabían que no era correcto. Por eso traté que explicar la importancia del día sábado. Dios había dado a mi corazón tantas bendiciones, milagros y cosas que no merecía, y la presión de mis compañeros y profesorado era mucha. Pero no desistí, Dios me ayudó a mantenerme fiel y firme en mi decisión.
Pasaron los días, y una semana antes de dicho evento, el mismo subdirector con el que hablé, fue al salón de clases y anunció que por ciertas cuestiones, la fecha de la graduación se realizaría el próximo viernes en la mañana, a partir de las 9:00am. Para eso mi corazón empezó a saltar de alegría, todo mi ser estaba tan feliz y agradecido por la maravillosa obra de Dios, ya que él sabía cuán importante era celebrar ese logro con mi familia. Mis compañeros pudieron notar ese suceso, y el Dios del universo fue exaltado.
Llegó el día, la pasé genial, toda mi familia pudo estar ahí, y con mis compañeros pude regocijarme. También pude recibir el reconocimiento como mejor promedio de la clase, éxito, que cada día de preparación para un examen, la palabra de Dios, era la primera en ser usada, y eso me fortalecía para lo que iba a repasar.
Sin lugar a dudas, ésta como muchas otras, han sido una de las experiencias más bellas, y estoy muy agradecida con Dios, por lo mucho que provee por mí. Ahora que he terminado mis estudios universitarios y procedo en un posgrado, los obstáculos cada día van creciendo, satanás busca de una u otra manera evitar que un joven ponga en primer lugar a su Creador.
Estimado amigo (a), tú también has experimentado el gran poder de Dios en tu vida, ya sea en la escuela, el hogar o en el trabajo, Dios nos ha protegido siempre. Pero no todo es felicidad, habrán ocasiones que tendrás que perder los estudios, un trabajo, o podrás estar lejos del hogar, por ser fiel. Pero déjame decirte que es mejor eso, a estar lejos de la luz que es Cristo Jesús. Lo que este mundo nos pueda dar, por más bello, asombroso que parezca, jamás se podrá comparar con lo que Dios nos ha preparado. Si algo debo de señalar, es que lo mejor que debe tener un cristiano, es su fidelidad; como ejemplo, existieron tantos hombres que perecieron por el amor a la verdad, poniendo en lo más alto al único que nos amó que dio a su Hijo por nosotros, con el propósito de ser salvos.
Creo y estoy segura, que tú y yo, podemos lograr lo mismo, que nuestra bandera de Cristo, la mantengamos en lo más alto, pese las adversidades que todos los días nos atacan. Hasta poder escuchar en aquel día “bien buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor (Mateo 25:24)”, y recibir lo que dice Apocalipsis 2:10 “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. Adelante amigo, él nos está esperando…
La autora, Maria Moreno nos escribe desde Chiapas, México.
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