-Deseo ver al señor Jorge F. Miliken – rogó el jovencito. La recepcionista lo miró y pensó que el superintendente de la Western Union (compañía de telégrafos) no lo recibiría.
La secretaria fue a la oficina del Sr. Miliken, y le dijo:
- Un muchacho bastante rústico desea verlo. Es de Port Huron y se llama Tomás Edison.
- Hágalo entrar ahora mismo, señorita – fue la respuesta.
El Sr. Miliken recordó la escritura prolija de Tomás en su solicitud de empleo. “Si este muchacho pudiera recibir mensajes telegráficos de la misma manera, de seguro que lo emplearía”, pensó.
Tomás entró. El Sr. Miliken no dijo nada por largo rato. Sus ojos observaron el pelo despeinado, los pantalones remendados y los zapatos gastados del muchacho. ¿Cómo era posible que un joven tan descuidado escribiera tan claramente?
Cuando Tomás se sentó para rendir el exámen, todos los demás operadores se detuvieron para reírse de ese extraño joven, pues ellos eran capaces de telegrafiar palabras a una velocidad no superada. Esperaban que Tomás hiciera el papel de un principiante.
Pero los mensajes comenzaron a salir de sus manos a una velocidad cada vez mayor. Las risas burlonas de los operadores se cambiaron en gestos de asombro. Tomás fue proclamado el operador más veloz por una razón: tenía el hábito de concentrarse en el trabajo que hacía. En su pueblo practicaba 18 horas diarias, lo que lo convirtió en un experto.
Tomás Ediscon nació el 11 de febrero de 1847 y creía en nuestro texto. Todo lo que hacía, lo hacía con todas sus fuerzas. Esto lo capacitó para inventar la lamparilla eléctrica y realizar muchos otros inventos útiles.
Adopta tú también como lema las palabras de Eclesiastés 9:10