Debió ser muy complicado para Moisés tener que dirigir a una multitud llena de necedad e incredulidad en medio del desierto. Pues en una ocasión ellos alzaron un becerro de oro para adorarle, a pesar de que con sus propios ojos contemplaron todas las maravillas que Dios realizaba en favor de ellos.
Incluso con eso, Moisés en su gran humildad y paciencia, intercedió varias veces por aquellas personas. La Biblia menciona que él, colocó una tienda de campaña a las afueras del campamento. (Éxodo 33:7) cuando entraba en ella, la columna de nube descendía y se detenía en la entrada, mientras el Señor hablaba con Moisés. Y el pueblo se arrodillaba en la entrada de su propia tienda en actitud de adoración.
Un aspecto, que debemos considerar, es del joven Josué hijo de Nun, en el que se menciona que nunca se apartaba del interior de la tienda. Quien, a muy temprana edad, admiraba el liderazgo y consagración del anciano líder de Israel, incluso en su corazón, amaba al Dios que los guiaba a través del desierto. Esto nos muestra la gran influencia, que ejercía Moisés hacia el muchacho.
¿A quién influenciamos hoy? ¿Nuestro testimonio es tan fuerte que las personas de nuestro alrededor desean también seguir a Jesús? ¿Tus vecinos saben que Dios es el centro de tu vida? ¿O demostramos todo lo contrario, dejando ver que tenemos una vida alejada de Dios?
Pero espera, las Escrituras dicen que Moisés hablaba con Dios como quién habla con un amigo. Y a pesar de eso, siempre pidió su dirección y presencia.
— Si tú mismo no vas a acompañarnos, no nos hagas salir de aquí— le mencionó el anciano al Señor (Éxodo 33:15).
¿Iniciaste algún proyecto de vida, negocio, nueva universidad o comenzaste el día y colocaste en primer lugar a Dios? ¿Pediste su presencia y dirección? ¡Espero que sí! Nunca olvidemos que nosotros no podemos con nuestras propias fuerzas, por más preparados que estemos, por más estudios académicos y fuentes financieras estables, sin la presencia de Dios y su dirección, las cosas no podrán salir bien.
— ¡Muestrame tu Gloria! Suplicó Moisés a Dios (Éxodo 33:18) Una petición bastante fuerte, pero era demasiada la amistad que ellos formaron, que le permitió realizarle ese tipo de pregunta, a lo que el Señor le respondió: Voy a hacer pasar toda mi bondad delante de ti, y delante de ti pronunciaré mi nombre… Pero te aclaro que no podrás ver mi rostro, porque ningún hombre podrá verme y seguir viviendo.
Y siguió: Mira, aquí junto a mí hay un lugar. Ponte de pie sobre la roca. Cuando pase mi gloria, te pondré en un hueco de la roca y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. Después quitaré mi mano, y podrás ver mis espaldas; pero mi rostro no debe ser visto. (Éxodo 33: 21-22)
Quisiera preguntarte: ¿Tu amistad con Él es tan fuerte para platicar con toda la confianza? No hagamos lazos religiosos, hagamos AMISTAD con el Todopoderoso. ¿Cuándo fue la última vez que pediste la presencia de Dios en tu vida? ¿Lo buscas en oración antes de iniciar tus actividades del día? ¿Lo buscamos en las Escrituras para escuchar su voz? ¿Acaso es posible? ¡Claro que es posible! Así como Moisés pidió ver su Gloria, que nuestra vida pueda buscar su presencia TODOS LOS DÍAS.
Y aunque el Señor fue claro que no podía ver su rostro, era tal el amor que Él le tenía a su siervo Moisés, un ser humano y pecador, que el Creador de todo el universo se dio a la tarea de colocarlo en una roca, cubrirlo con su propia mano y que pudiera ver sus espaldas. ¡Él quiso cumplir la petición de un ser humano, hasta donde fuese posible!
¡Que belleza! ¡Dios está dispuesto a contestar tus oraciones! No importa lo difícil que pueda llegar a ser. Él desea que los busquemos de corazón.
¿Ya pediste la presencia de Dios HOY? ¿Ya le pediste en oración: Muéstrame tu Gloria? Ver menos
El autor, José Carlos Fuentes Morales, es Lic. en Nutrición y nos escribe desde Monterrey, Nuevo León.